domingo, 15 de enero de 2012

El mundo posmoderno y el compromiso

Vivimos en un mundo posmoderno, es decir, un mundo en el han caído los grandes proyectos de la Modernidad para unificar al mundo y llevar al hombre a una plena realización de sí mediante un programa de carácter racional, científico y técnico. No hay hoy en día ningún programa establecido a priori que pueda garantizar al hombre su efectiva humanización: las utopías que motivaban al hombre moderno son hoy ilusiones desenmascaradas. El hombre actual, pues, vive huérfano, sin un camino heredado, sino que vive en la mayor de las incertidumbres. Nadie sabe qué es el hombre ni qué es el mundo, y gracias a la explosión de los medios masivos de la comunicación, y aún más del mundo informático, la pluralidad de culturas no hace sino mostrar la incapacidad por establecer un único mundo como válido. Hijos bastardos de la modernidad, nos movemos en suelos pantanosos, sin poder encontrar un lugar seguro donde construir por fin nuestro hogar. El renacimiento de la espiritualidad, el redescubrimiento del oriente y sus prácticas, las explicaciones esotéricas y teosóficas del mundo, van unidas a un rechazo por las grandes instituciones de las religiones occidentales. De algún modo se confía tan solo en la persona individual, y se resiente cualquier pertenencia a una estructura por amenazar a la libertad de cada quien. Sin embargo, dada la imposibilidad radical de quedar sin sostén, el hombre actual cae muchas veces en el peor de los dogmatismos, con nuevos rostros, sí, pero con la misma fuerza coercitiva que nos arranca cualquier capacidad crítica. El dogma católico es rechazado fieramente, pero nos arrojamos a las profecías mayas como si fueran incuestionables. Sin ánimo de menospreciar ninguna expresión espiritual, ni mucho menos, se hace patente la dificultad para el hombre de asumir su orfandad: sin proyecto, ni institución, ni grupo de pertenencia, el hombre queda trunco en su tarea por realizarse. Aparece, entonces, nuevamente, la idea de compromiso: sin compromiso, la libertad queda sin efecto. La pregunta que se nos propone, pues, es qué tipo de compromiso, con quién o con qué, le queda al hombre posmoderno, un hombre que es esencialmente crítico de cualquier forma de compromiso. ¿Cómo articular la necesidad de comprometerse con la exhortación posmoderna a la sospecha? ¿Puede haber compromiso, y por tanto libertad, en un mundo esencialmente suspicaz, como es el mundo posmoderno?
Lunes 16 de enero de 2012.

domingo, 11 de diciembre de 2011

El compromiso

Quizá el único modo que tengamos para pensar, a la vez, nuestra necesaria dependencia con el entorno y nuestra espontaneidad singular y radical, sea pensando lo que implica el compromiso. Como hombres, estamos en comunión permanente con el mundo que habitamos, con nuestros semejantes con quienes socializamos y con el Ser que nos trasciende: somos seres mundanos, políticos y ontológicos. Nuestra libertad no puede desentenderse de dichas filiaciones al mundo, al otro y al Ser, sino que, por el contrario, debe abrazarlas en orden su desenvolvimiento. El compromiso es ese acto mismo de abrazar los diversos niveles de comunidad en orden a la realización de sí. En efecto, la acción humana no es posible sin el compromiso en el mundo vital, ni sin la comunidad política, ni sin las exigencias propias del Ser al que tendemos. Actuar es comprometerse, y el compromiso implica una alteridad, un otro, que es el mundo, el prójimo y el Ser. Como recordarán, es nuevamente la paradoja de lo fáctico y de lo espontáneo, de la autonomía y la heteronomía, la que aparece aquí. Lo importante es pensar que mi libertad se realiza asumiendo su radical referencia a un otro que ella. Una libertad auténtica no ignora estas alteridades, sino que las asume: asume el carácter físico, biológico, psíquico, de su actuar, como el horizonte interpersonal, cultural y político, como sus fundamentos ontológicos. Compromiso significa: estar arrojados hacia adelante juntos. Que el compromiso sea el modo propio del desarrollo de la libertad significa que la libertad es siempre una proyección que implica una referencia al otro como determinante de mi mismidad, de mi identidad. Quien se compromete se pone en manos de un otro para cumplirse conjuntamente en un proyecto común.
La reivindicación del compromiso y de la comunidad debe ser una de las grandes tareas del pensamiento en el mundo actual. En efecto, vemos cómo una concepción ilusoria de una libertad autosuficiente y que se define en el presente como momento temporal aislado, ignora la esencial apertura de la libertad a lo otro que ella misma, y al carácter temporal de esta apertura, que implica un pasado, un presente y un futuro. Ambas exigencias de apertura a un otro y de temporalidad se dan en el compromiso. Solo un ser comprometido puede ser libre.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Sobre la Libertad

En el mundo actual en el que vivimos, donde las personas parecen ser átomos inconexos que se disparan hacia todos lados, insensiblemente, la libertad parece ser el reducto individual donde reside la posibilidad de elección. El par esto o aquello parece ser lo determinante de la libertad. Claro que la sociedad posmoderna, que es la nuestra, no admite cualquier posibilidad: “la libertad de uno termina donde comienza la libertad del otro” (así reza, al menos, el imperativo ético de nuestra época).
Sin embargo, el hombre no puede considerarse en su soledad, como si fuera nada más que un elemento cerrado en sí mismo, una mónada aislada que no tiene ventanas ni puertas, y que no puede abrirse a la comunidad más que traicionándose a sí misma. Por el contrario, el hombre es un ser comunitario, que vive junto con los otros y gracias a los otros. Esa comunidad, vale aclarar, no solo se da en el ámbito de lo político o social, sino que se da también una comunidad con el mundo (esa gran verdad que la ecología intenta reivindicar día a día), y una comunidad con lo Trascendente (al menos en la conciencia religiosa). Habría que especificar, a su vez, que la comunidad política y social no se reduce a la convivencia con nuestros coetáneos, sino que se despliega también en nuestra comunión con nuestros antepasados, con la historia de nuestra tierra, y con las instituciones que se mantienen a lo largo de los siglos (aunque se mantengan dinámica, y no estáticamente).

La libertad, pues, no puede ser meramente la expresión de la posibilidad de un acto aislado y autónomo: ya el imperativo del que hablamos marca un límite a la libertad dado, justamente, por un otro. ¿Cómo puede el otro marcar un horizonte de sentido y de realización a mi libertad, si la libertad se abastece a sí misma? ¿La realidad del otro, no será más bien la determinante de mi actuación libre? ¿Acaso la libertad no es tanto una capacidad de elección, sino la capacidad de responder a una llamada? ¿No hace tal cosa a la responsabilidad y, por tanto, a la iniciativa del otro sobre mi propio desarrollo personal? La idea de autonomía, que caracteriza a la libertad humana desde la época del Iluminismo, de la modernidad, y de la cual somos deudores como pos-modernos que somos, debe ser equilibrada y sopesada por la idea de la heteronomía de la libertad. Nos queda pensar esta paradoja de una libertad que es, a la vez, espontánea y dependiente, a partir de actos y realidades concretas humanas.           


Martín Grassi, Columna filosófica "Ignorare Aude". Programa del 05/12/2011.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Presentación

Bienvenidos:
Mi nombre es Roberto Vollenweider y los invito a participar del programa de radio "El Camino", en el cual se busca construir caminos para una Argentina con justicia y verdad a partir de los aportes de sus ciudadanos. Los esperamos los días lunes de 10 a 11hs. en el dial FM 100.3 en la zona de Martínez, en Radio Fénix Martínez. Se también puede sintonizar por Internet: www.fmfenix.com.ar . Saludos cordiales.