lunes, 5 de diciembre de 2011

Sobre la Libertad

En el mundo actual en el que vivimos, donde las personas parecen ser átomos inconexos que se disparan hacia todos lados, insensiblemente, la libertad parece ser el reducto individual donde reside la posibilidad de elección. El par esto o aquello parece ser lo determinante de la libertad. Claro que la sociedad posmoderna, que es la nuestra, no admite cualquier posibilidad: “la libertad de uno termina donde comienza la libertad del otro” (así reza, al menos, el imperativo ético de nuestra época).
Sin embargo, el hombre no puede considerarse en su soledad, como si fuera nada más que un elemento cerrado en sí mismo, una mónada aislada que no tiene ventanas ni puertas, y que no puede abrirse a la comunidad más que traicionándose a sí misma. Por el contrario, el hombre es un ser comunitario, que vive junto con los otros y gracias a los otros. Esa comunidad, vale aclarar, no solo se da en el ámbito de lo político o social, sino que se da también una comunidad con el mundo (esa gran verdad que la ecología intenta reivindicar día a día), y una comunidad con lo Trascendente (al menos en la conciencia religiosa). Habría que especificar, a su vez, que la comunidad política y social no se reduce a la convivencia con nuestros coetáneos, sino que se despliega también en nuestra comunión con nuestros antepasados, con la historia de nuestra tierra, y con las instituciones que se mantienen a lo largo de los siglos (aunque se mantengan dinámica, y no estáticamente).

La libertad, pues, no puede ser meramente la expresión de la posibilidad de un acto aislado y autónomo: ya el imperativo del que hablamos marca un límite a la libertad dado, justamente, por un otro. ¿Cómo puede el otro marcar un horizonte de sentido y de realización a mi libertad, si la libertad se abastece a sí misma? ¿La realidad del otro, no será más bien la determinante de mi actuación libre? ¿Acaso la libertad no es tanto una capacidad de elección, sino la capacidad de responder a una llamada? ¿No hace tal cosa a la responsabilidad y, por tanto, a la iniciativa del otro sobre mi propio desarrollo personal? La idea de autonomía, que caracteriza a la libertad humana desde la época del Iluminismo, de la modernidad, y de la cual somos deudores como pos-modernos que somos, debe ser equilibrada y sopesada por la idea de la heteronomía de la libertad. Nos queda pensar esta paradoja de una libertad que es, a la vez, espontánea y dependiente, a partir de actos y realidades concretas humanas.           


Martín Grassi, Columna filosófica "Ignorare Aude". Programa del 05/12/2011.

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